Una noche de Halloween, en un pueblecito de las afueras de una ciudad muy habitada, un grupo de amigos desapareció sin dejar rastro, alguno después de pasar una noche bastante buena. Esa noche los niños fueron a pedir caramelos y a darse vueltas por el pueblo, por la noche todos ellos cenaron en una pizzería como normalmente hacían para poder divertirse y pasar tiempo juntos por las tardes. Esa noche después de pedir caramelos y cenar, a uno de ellos se le ocurrió tirar huevos a las casas para divertirse, pero los demás no estaban de acuerdo, así que se separó del grupo y se fue a tirar huevos por su cuenta, los demás siguieron su camino hasta la plaza del pueblo para corretear por ahí. Mientras a dos personas se les ocurrió hacer la gracia de aparecer vestidos de payasos con motosierras y todo el mundo que había se asustó y se fue y solo quedaron ellos, al final se fueron cada uno a su casa, pero no podían acompañarse hasta sus casas porque cada uno vivía en una punta del pueblo y si se iban juntos, uno se quedaría solo para volver a su casa, así que no volvieron, se quedaron en la plaza el resto de la noche. No se movieron en toda la noche, pero a la mañana siguiente no estaban, habían desaparecido como si no hubieran estado nunca allí. Nunca se supo nada más de ellos, pero cerca de la plaza encontraron un charco de sangre demasiado grande para ser solo de una persona, así que dejaron de investigar y el que quería tirar los huevos a los cinco minutos de que lo dejaran solo se asustó y volvió a su casa.
AUTORA: Paula Vera Campillo
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