En un
pueblo no muy lejano a Madrid había un solo habitante. Allí tenía sus cabras,
vacas, perro, etc. Fuimos allí a hablar
con él y nos acogió en su casa unos días. Nos contó todo lo que había pasado
allí y por qué todo el mundo se había ido. Un día de invierno todo el pueblo
fue al monasterio que había en la colina de al lado del pueblo. Al llegar todo
era normal y estaba todo tranquilo. Conforme iba avanzando la noche ocurrían
cosas extrañas y cada vez más. Sonaba un órgano, había sonidos y hasta gritos.
Pensaron que no era nada así que fueron al cementerio de detrás del monasterio.
Allí todos les llevaron flores a sus familiares y amigos que se encontraban
enterrados en ese cementerio. Hicieron una especie de misa por los muertos. Al
ir de camino al pueblo todos miraron atrás porque algo ocurría. Vieron a
algunos espíritus vagando y siguiendo el mismo camino que los habitantes habían
seguido. Todos salieron corriendo y fueron al pueblo o ciudad más cercano que
había que no fuese el suyo. Se dice que los espíritus siguen en sus casas solos
y sin nada. Nos dijo que él desde entonces no había vuelto a ver espíritus y le
propusimos subir al monasterio. Aquel hombre tenía noventa años y nos dijo que
con cualquier susto le daría un infarto y allí se quedaría, pero que s nos
acompañaría a la colina. Solo íbamos tres sin contar con el señor así que
avisamos a un hombre de Madrid para que viniera con nosotros y a una mujer de
Getafe. Subimos a la colina y el único habitante del pueblo se despidió de
nosotros. Entramos en el monasterio y todo era muy antiguo, había muchas
telarañas y polvo. Nosotros entramos de noche. Era muy tenebroso todo eso.
Empezamos a escuchar un órgano´, pero al poco tiempo paró y se escucharon
voces. Salimos al cementerio. También habíamos llamado muchos anteriores
habitantes del pueblo pero sólo uno aceptó venir. Nos comentó que él ese hecho lo vivió
cuando era solo un niño de cinco años. Al estar en el cementerio hicimos la
misma misa que hicieron muchos años atrás y nos fuimos. Nosotros también nos
paramos, pero esta vez por otra cosa. Al mirar hacia el pueblo vimos al hombre
que nos había ayudado tirado en el suelo sin moverse. Vimos también como una
sombra delante de él y bajamos corriendo. Detrás de nosotros venían espíritus
del cementerio, estábamos acabados. Cogimos rápidamente al hombre y fuimos a
Getafe, el sitio más cercano a ese pueblo. Lo llevamos a un hospital. Había
sido un infarto, pero se recuperó. Le contamos lo que había pasado y dijo que él
no volvería a ese pueblo. Desde entonces ese pueblo quedó abandonado y no se ha
llegado a resolver el misterio de ese monasterio.
AUTOR: Bruno Cutillas Liarte
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